Por: Edwin J. Peña
En su interpretación marxista de la literatura, Terry Eagleton afirma que, las condiciones de la vida de un autor pueden leerse no tanto en el contenido abstracto de una obra, sino en los materiales que un autor recibe ya de los hechos sociales a los que pertenece, saturados de modos ideológicos de percepción e interpretación de una realidad compleja y contradictoria. De modo que, un buen interprete de la literatura, examinará en los textos literarios, su relevancia social, de ahí que haya una disciplina encargada de estudiar esta cuestión: “Sociología de la literatura”.
La literatura asume, refleja o reproduce la realidad social a la que pertenece, muchas veces con el lenguaje, otras tantas con su temática o contenido. Son muchas las obras que a través del lenguaje que manejan, revelan su temporalidad exacta o la posible época en que vivió su autor (Homero, por ejemplo). Hay que tener mucho cuidado, pues, muchos autores han querido disuadirnos por medio de prácticas sofisticadas para hacer que la realidad social en la que viven, sea menos evidente en su obra, mientras Cervantes nos advierte que don Quijote no está loco, el narrador, por el contrario, busca convencernos de ello. La cordura o el desvarío de don Quijote no son el tema principal de la obra de Cervantes, son en realidad una distracción, preparada estratégicamente por el autor para que a sus lectores no se les haga fácil reconocer que, a través de la figura del Quijote, Cervantes se burla despiadadamente de los ideales españoles. Estas supuestas burlas que señalan los críticos, dejan en evidencia la decadencia de España, razón que llevó a Lord Byron a decir que el Quijote había matado a un pueblo.
El dificultoso empleo de las formas verbales en el lenguaje literario, muchas veces obstaculizan las asociaciones históricas y sociales, sin embargo, la literatura puede llegar a ser un inagotable caudal de verdad psicológica, llegando a develar demasiado sobre un autor, como sus prejuicios. Los textos de Lovecraft tienden a mostrar frontalmente sus prejuicios y sus miedos, ambos, explicados o justificados por medio de los factores o condiciones sociales que se dieron para que él los reprodujera en sus obras. El autor no toma el mundo como algo dado, sino que lo recrea, revelando su auténtica naturaleza.