Por: Edwin J. Peña
En dos de sus libros (El mito de Sísifo y El hombre rebelde), Albert Camus reflexiona sobre las implicaciones morales de esta frase, puesta por Dostoievski en boca de uno de los hermanos Karamazov: “si Dios no existe, todo está permitido”.
Iván Karamazov es a juicio de Albert Camus, un hombre Rebelde, eso porque se rebela contra Dios y se pone de parte de los seres humanos para reafirmar la inocencia de todos, por eso piensa que, la condena de muerte que pesa sobre todos los seres humanos, sentenciadas por Dios en el génesis: “ciertamente morirás” (Génesis 2:17), es injusta. Iván no niega la existencia de Dios. Iván lo refuta en nombre de un valor más alto (la justicia) y lo juzga. Iván Juzga a Dios y lo cuestiona: “si el mal es necesario para la creación divina, esta creación es inaceptable”. Iván no recurre más a Dios, sino que apela a un principio que pone por encima de la divinidad: la justicia. Inaugura la empresa esencial de la rebelión, que consiste en sustituir el reino de Dios, por el de la justicia en sí misma.
Aparentemente, Iván atraviesa una de esas crisis típicas por las que pasan muchos creyentes, y reflexiona sobre el famoso problema de mal y la conciliación que existe entre la existencia del mal y una deidad todopoderosa que lo permite: Si Dios es bueno, ¿Por qué permite el sufrimiento?, el de los adultos podría ser justificable, pero ¿por qué sufren los niños?, como Hamlet, Iván brevemente representa la duda. La impronta de Iván desvela una problemática para la fe cristiana, pues, los inocentes también terminan padeciendo los castigos divinos juntamente con los culpables, no hay, por tanto, una manera efectiva de controlarlo o evitarlo, por eso el sale en defensa de los inocentes, principalmente los niños, ¿Cuántos niños o inocentes perecieron como consecuencia de las diez plagas egipcias? ¿Cuántos niños perecieron en el diluvio?
“Si el sufrimiento de los niños —dice Iván — sirve para contemplar la suma de los dolores necesarios para la adquisición de la verdad, yo afirmo desde ahora que esta verdad no vale semejante precio” “Toda la ciencia del mundo no vale las lágrimas de los niños”. Iván niega la dependencia o relación que existe entre el sufrimiento y la búsqueda o encuentro de la verdad, por eso piensa que la verdad es inaceptable. No la niega o rechaza, lo que critica es el medio para alcanzarla en el cristianismo y el precio que se paga para encontrarla. Iván encarna la negación de la salvación, eso porque se solidariza con los seres humanos y aunque la salvación es individual y tiene medios para alcanzarla, no puede aceptarla sabiendo que otros se perderán, que otros están sufriendo mientras él disfruta de las mieles del paraíso. Él seguirá negando, por lo tanto, la salvación de la misma manera que rechaza la injusticia y el privilegio.
Iván pasa por una crisis, él quiere obrar, quiere vivir, pero no sabe en nombre de qué, pues, no hay inmortalidad, no hay castigo, no hay recompensa, no hay bien, no hay mal. Mientras reflexiona, se da cuenta de una terrible verdad: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Con esta frase, dice Camus, comienza verdaderamente la historia del nihilismo contemporáneo. Esta realidad es la licencia que necesita para justificar algunos crímenes, como el asesinato de aquellos que provocan el sufrimiento de los inocentes. Bajo esta realidad, Iván legítima el asesinato bajo sus condiciones. Si todo está permitido, puede matar a su padre. Si Dios no existe entonces tocará al hombre reemplazarlo. ¿Por qué ser Dios?, bueno, si Dios y la inmortalidad no existen, al hombre nuevo le tocará reconocer o negar toda ley que no sea la suya propia. "Todo está permitido", exclama Iván Karamazov. Este grito no es de liberación y de alegría, sino de una comprobación amarga. La certidumbre de un Dios que diera su sentido a la vida supera mucho en atractivo al poder impune de hacer el mal. Todo está permitido, no autoriza todos los actos. Todo está permitido, no significa que nada esté prohibido.
Libros consultados:
1- Albert Camus; El hombre rebelde.
2- Albert Camus; El mito de Sísifo.
3- Fiódor Dostoyevski; Los hermanos Karamázov