La quema de Júdas Iscariote, una manifestación de la religiosidad popular, de muchos pueblos latinoamericanos y europeos, que siempre lo he mirado como pobreza espiritual, sin sentido y algo tonta; algo dañina. Hoy llevo a una reflexión trascendental de esta manifestación cultural, como una manera de asumir la nueva ola de la crítica motivacional que buscamos en estas reflexiones, y que además he estado publicando en éste foro. [Léanse algunos de ellos]
En el mundo de los bandos, de los partidos y los grupies se puede percibir cuando las personas se mueven en un sistema de conducta y pensamiento, entre el desdén o la alabanza exagerada. Se descalifica a los unos para entronizar a otros; se le adora, mejor dicho, o se le "lambe”, lo que es altamente degradante. No conformándose con su idolatría degradante, toda su alabanza es dirigida, siempre, y nunca sin descalificar o menospreciar a otros. Como los que celebran la pascua cristiana en semana santa, y al mismo tiempo, como signo de su "devoción" a Cristo, queman al Júdas de trapos. Y esto tiene su explicación en el pensamiento y conducta del dominicano, que no se mueve a admirar, si a la misma vez no es por medio del despeñamiento de otro. Ni destruye algo, si no es para la honra, la gloria y la alabanza de otro. Esto es una enfermedad. De manera que se puede aplicar el dicho fácilmente a este tipo de conducta y manera de pensar: "lo que hacemos con las manos lo desbaratamos con los pies". Todo nuestro hacer constituye un deshacer, y no en un plano práctico filosófico de arte como la escultura, destruyendo(tallando) una piedra creo una obra de arte, sino que, destruimos en el ámbito más siniestro de nuestra existencia, la moral ajena, el derecho a gozar de buena fama e integridad moral y física del otro.
Esto sucede, cuando en pro de una retorcida tesis, se recurre a ciegas y sistemáticamente, a reunir los errores, defectos y leyendas oscuras y non sancta del contrario, reduciendo el conjunto unitario al tamaño de las partes, degradamos la visión social de las relaciones humanas a través del pensamiento y la crítica empleada con ignorancia o estupidez—o malicia. También, es en sí misma una visión trágica desde donde se describe el mismo sujeto que desdeña, o alaba exageradamente, siempre partiendo del desdén al oponente para elevar a categoría cuasi “divina" el fetiche que alaba.
Esa fijación compulsiva, fetichista, viciada, de reunir defectos sistemáticos del contrario; ver miseria e ignorancia en todo lo que le rodea se convierte por demás en un reflejo del propio ser. Incluso cuando los hechos podrían ser reales, la intención del que desdeña, no consiste, de ninguna manera, en corregir, sino en enjuiciar, descalificar y destruir. Sin embargo, lo que realmente sucede es que se destruye a sí mismo, aunque esté radicalmente convencido que dispara siempre contra los "ignorantes", "los brutos" y "los malos" de la historia.
Estos se embarcan a un camino sin fruto alguno, pasando, adrede, por la historia como víctima incomprendida que encarna "una inteligencia superior al resto de la manada de borregos".
Un día como hoy recuerdo cuanto repudié la manifestación de religiosidad popular de la quema del Júdas, el traicionero. Siempre me pareció un absurdo, pues la quema y descalificación del Júdas de trapos no expía nuestras propias culpas. Como tampoco la elevación del traicionero, a categoría inocente, como la tesis del conocido profesor "Júdas el calumniado". Puede ser una enfermedad, aún mayor. Quienes tratan de dar categoría de inocente, al depravado y al traicionero, es otra enfermedad, donde se intenta autojustificar y auto expiar las propias culpas, victimizándose. Pero de este desorden mental podemos hablar en otro escrito. Continuemos:
La pérfida personalidad del chismoso, del desdén, de la indiscreción, de los bocas flojas y del "indeseable" como también "el lavasaco", "el lambón" y el fanático que, alabansioso, sale siempre con su discurso a proteger a "los buenos" de "los malos", tiene una solución. Salir de la ambivalencia que nos mantiene en la excelsitud de la mediocridad. La crítica como discernimiento, de lo mejor hacia lo excelente, despojando sin desdén los errores y defectos, propios como ajenos. Tomando en cuenta la honestidad intelectual, que podemos estar profundamente equivocados en lo que afirmamos, como lo que negamos. Pero lo que se ha de tener claro en la Nueva Ola Crítica Motivacional, es que "Culpar a Judas no nos exime de nuestras propias culpas".
La nueva ola crítica, exige prescindir del desdén malicioso y la alabanza excesiva(lambonística). Buscar lo justo," el aura mediocrita" de Aristóteles, "la prudencia" del Eclesiástico, "el concierto de las gentes" de Juan XXIII, la armonía "de la música de las esferas" de Pitagora, el "volver la otra mejilla" de la CONVERTIO cristiana, "el ignorar las ofensas” de Epicuro, y "la auto revisión constante ante la crítica" de Marco Aurelio.
Ante estos sujetos, los artistas de todo rango, y que se unan a la Nueva Ola Crítica, deben, para sostenerse motivados y fructíferos vivir una de las máximas de Los Versos de Oro de Pitágoras: "Recuerda, lo que las personas piensan y dicen es cosa muy variable; ahora algo bueno, en un segundo más tarde, dicen y piensan algo malo". Y: "No dejes que nadie, con palabras o actos, te lleve a hacer o decir lo que es mejor para ti, a la ligera. Piensa y medita antes de hacer lo que te propongas, para que no hagas TOYOS. Ser lo suficientemente humilde para disculparse, sobre todo ante Aquel ser Único que Marco Tulio Cicerón dirigió sus últimas palabras: "Causa causorum, miserere me".
-Enmanuel Peralta