Por: Josías Estepan Gil
En la historia de la humanidad hay un acontecimiento bélico al que se le ha denominado “la guerra de los 30 años”, un periodo comprendido entre los años 1618 y 1648 donde las principales potencias europeas se enfrentaron entre sí en diversas batallas, múltiples bandos y variados motivos. Su nombre, obviamente, viene dado por el periodo de tiempo que duró tal conflicto, y aunque pareciera que con el título de este artículo pretendo desarrollar algún acontecimiento relacionado lo cierto es que el encabezado solo tiene de coincidente precisamente el mismo periodo de tiempo que duró, solo que es vez de imputarle tal periodo a un conflicto de naturaleza bélica lo que pretendo es hacer exactamente lo contrario.
Cuando hablo de la paz de los 30 años me refiero al periodo de tiempo comprendido entre el 25 de diciembre de 1991, fecha en que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas oficialmente dejó de existir, y el 24 de febrero del 2022, fecha en que las tropas de la Federación Rusa invadieron el territorio de Ucrania. Ciertamente muchos podrían rebatir que tal periodo pueda ser llamado de “paz” dado los numerosos conflictos que se desarrollaron tanto durante el proceso de disolución de la URSS (como la guerra del golfo) como aquellos que se desarrollaron de forma posterior tanto en Europa (guerras de los Balcanes) como en Medio Oriente (segunda guerra del golfo, Siria) y otros lugares, en incluso guerras que permanecen hoy en día como el caso de Yemen. Tampoco faltarían aquellos que objetarían que el periodo anterior a 1991 y posterior a 1945 no fue precisamente un periodo de guerra entre grandes potencias como para clasificar el periodo posterior a 1991 como de “paz. Del mismo modo no pocos cuestionarían el hecho de que esta no es la primera vez que Rusia ataca una de sus antiguas ex repúblicas soviéticas (Georgia 2008) poniendo en tela de duda que el conflicto actual con Ucrania pueda en modo alguno representar algún cambio significativo de “era” como lo fue la caída de la URSS. Sin embargo, creo que existen suficientes razones para catalogar el periodo de tal forma los cuales detallo a continuación.
El periodo comprendido entre 1945 a 1991 es conocido en la historia como “Guerra Fría”, una época donde los bloques capitalistas y socialistas se enfrentaron de forma no bélica (por lo menos no directa) pero sí bajo una constante amenaza y miedo de la “destrucción mutua asegurada”, un periodo que aunque con relativa paz nunca faltó el temor ya no solo de ir a las filas y perder miles o millones de hombres en una guerra entre potencias sino a perder millones de vidas civiles en cuestión de solo horas e incluso a la destrucción del planeta mismo dado el surgimiento de la tecnología de la energía atómica que permitió crear armas de destrucción de proporciones apocalípticas. Este es un periodo que también se caracteriza por una amplia carrera armamentística, carrera espacial, formación de bloques militares y guerras ideológicas donde indirectamente se enfrentaban las ideologías socialistas y capitalistas como Vietnam, Corea, Afganistán, Cuba, etc. Basado en esto podemos concluir que, si por “paz” llamamos a la ausencia de conflictos directos entre grandes potencias, pues sí, esto fue paz, pero si consideramos lo anteriormente mencionado entendemos que es acertado llamar “guerra” a tal periodo, aunque sea “fría”
Los 30 años posteriores a la caída de la URSS, el muro de Berlín y la apertura de Europa del este a la democracia y la economía de mercado fue vista por muchos como el fin o por lo menos el principio del fin de la tensión nuclear entre grandes potencias, del entendimiento y la diplomacia prevaleciendo sobre la guerra y de la construcción de una nueva Europa y un nuevo tipo de relación entre las naciones. Durante este periodo las naciones, principalmente de Europa, asumieron que la paz sería el nuevo paradigma de Europa y las guerras, de darse, serían una característica de los países subdesarrollados.
En los Estados Unidos surgió la idea de ser “el ganador” de la guerra fría y de que las preocupaciones de seguridad se trasladarían hacia oriente con la emergente China en el “top” de las economías más grandes del planeta y su conocido interés de reunificarse con la República de China (Taiwán) así como la preocupante Corea de Norte. Durante los años inmediato a la disolución de la URSS no pocos pensaron que la OTAN era un organismo innecesario y su cierre era inminente, su propósito de servir de contrapeso al pacto de Varsovia y a la URSS había quedado obsoleto, de igual modo un buen grupo no solo pensaron que debería seguir existiendo sino que incluso hasta barajaron la idea de invitar a la nueva Rusia a pertenecer a ella y contrarrestar más aún a China, asumiendo que la democracia, la libertad de expresión y la economía de mercado sería el nuevo paradigma en Rusia.
A partir de los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001 los conflictos parecían que se centrarían en el Medio Oriente y la guerra del futuro sería contra terroristas y no ejércitos regulares, no habría guerras entre potencias, las naciones occidentales resolvían sus diferencias con la diplomacia y la seguridad en Oriente ante las ambiciones chinas estaba asegurada por el enorme potencial militar de los Estados Unidos frente a la nación asiática. Sin embargo, parece que no todo era como se pensaba, Rusia no siguió un sistema puramente de economía de mercado, su sistema democrático no pinta bien sólido, sobre todo ante la presencia durante más de 20 años de un único hombre en el poder (con un aparente cese entre 2008-2012) y su acercamiento a occidente no fue sin cierto recelo. Ciertos acontecimientos han ido difuminando la idea de unas buenas relaciones con Rusia, primero la guerra con Georgia en 2008, luego su apoyo a regímenes autoritarios o países que son del disgusto de EE.UU. como Irán, Venezuela y Cuba y luego la participación activa en ciertos conflictos como el de Siria, oponiéndose incluso a la intervención de otros países contra el régimen de Assad luego que este usase armas químicas contra población civil.
Al parecer en Rusia aún sobrevive la idea que Occidente es el enemigo y que quieren su destrucción, Putin ha expresado de forma no tan ambiguas su nostalgia por la grandeza de la URSS, Putin sabe que económicamente Rusia no es la gran potencia que fue la URSS y hoy día no es tan relevante fuera de los combustibles fósiles, Putin quiere volver a esa grandeza y la expansión dela OTAN hacia los antiguos países del pacto de Varsovia e incluso hacia antiguas repúblicas soviéticas han hecho surgir las alarmas entre el círculo de Putin de que Estados Unidos planea su destrucción, mientras en Europa estaban bastante tranquilos asumiendo que no se requería una gran inversión en materia militar ya que la paz sería la norma y el hecho de que tanto Rusia como Estados Unidos y algunos de sus aliados en la OTAN poseían armas nucleares sería razón suficiente para evitar que nadie ataque a nadie ni se emprendan acciones militares de importancia en suelo Europeo.
A partir de 2014 y la anexión de Rusia de Crimea podemos considerar que fue el inicio del fin de estos 30 años, la desconfianza creció hacia Rusia, aunque aún los europeos no parecían convencerse del todo y que Putin pararía ahí, sin embargo, la reciente invasión a Ucrania ha cambiado todo el panorama, ya no estamos seguros de cuáles son los límites de Rusia y la idea de que el equilibrio nuclear los disuadiría no parece funcionar. Mientras Europa pensaba en que “no nos atacaremos ninguno porque tenemos armas nucleares” Rusia empezó a pensar “atacaremos a quien sea y ellos no se entremeterán porque tienen miedo a la respuesta nuclear”.
Los europeos como conjunto han tomado un nuevo rumbo, Olaf Scholz, canciller alemán, ha dicho que esta nueva escalada rusa ha traído una “nueva era” y pretende que su país invierta más de 100,000 millones de euros en el área militar. Países como Suecia que no intervinieron en la Primera o Segunda Guerra Mundial y no fueron parte de la OTAN hoy día están haciendo trámites para integrarse, junto a la también neutral Finlandia, al pacto atlántico. Del otro lado del mundo China observa y aprende, examina cuales podrían las consecuencias y la reacción de occidente si ellos emprendiesen una acción similar contra Taiwán.
Si el día de mañana Putin decide terminar la invasión el rumbo que ha tomado la geopolítica no se frenará. Si mañana Putin renuncia o en un futuro cercano otro personaje asume el gobierno ruso no habrá una vuela atrás al pacifismo europeo y la sensación de seguridad. Europa seguirá cortando a pasos acelerados su dependencia energética de Rusia y un acelerado rearme y la OTAN, que hace solo unos dos o tres años fue catalogada como de “muerte cerebral” será más fuerte que nunca, como nunca lo fue durante la Guerra Fría. El mundo ha cambiado, las relaciones internacionales entre Rusia y Occidente ya no serán las mismas, el muro que una vez fue derribado en Berlín hace más de 30 años para simbolizar el fin de una “guerra” hoy en día se está volviendo a levantar.