Por: Fernando Hiciano
Queridos lectores, voy atreverme llevarle a su conocimiento y gusto literario un estudio analítico de la novela más reciente del vegano Miguelángel Durán.
En ese sentido saldrá de manera periódica (todos los días) una serie de cinco partes, la cual le servirá para su enriquecimiento literario.
Los versos de Yermao de la autoría del doctor Miguelángel Durán plantea una recreación de los aborígenes de Quisqueya (tainos) en dicotomía con los colonizadores de la isla. El autor cuestiona la historia que nos enseñaron en la escuela, desfragmentándola de manera sutil, dramática. Es una novela con un bagaje histórico, pero acuñado en una gran imaginación, digna de atención. Inteligentemente el autor involucra al lector con estas dramáticas palabras de don Bartolomé de Las Casas: ‘’Ni matar ni robar indios se tuvo en estas Indias por crimen.’’
Fue una conquista matizada por el crimen. Dirigida fielmente por la milicia de España, como sostuviera el prologuista de la obra, don Mario Borgonovo. Actividad comercial en la que permeó el ansia del oro que se mantuvo a sangre y fuego, pero siempre en contra de la clase más inerme. Y con ello, el exterminio de casi la totalidad del registro espiritual aborigen y todas sus implicaciones.
Así como en el Génesis de la Biblia, cada día en la Creación, el autor de la novela también va contando con un poema la creación de Los Versos de Yermao. Una invención que consideramos de grande trascendencia, ya que la creación está sustentada en la palabra, como lo sostiene el texto bíblico. Todo fue hecho por la palabra, inclusive para referirse al Hijo de Dios, habla del Verbo, y la Palabra era Dios. Algo apremiante que el autor supo bien articular ese artificio a través de la palabra.
Miguelángel Duran es nativo de La Vega. Médico de profesión. A temprana edad incursionó en el mundo de la literatura, siendo premiado en diversos cuentos, tanto en Radio Santa María como en otros certámenes organizados por el Ayuntamiento municipal de La Vega. Además, es poeta, haciendo su primera aparición con el poemario Esferas. No cabe duda de que, en esta oportunidad, el señor Durán se constituye como un novelista acucioso, consumado, refrescante y al mismo tiempo, penetrante de las intimidades del cosmos, auscultando la palabra y escrutando todo el velo que oculta el misterio, convirtiendo la historia novelada en un amasijo del barro. Él es un artesano de la palabra, concretizando en el registro escritural un acto inapelable e infalible para imprimir la palabra en la eternidad. A la vez va desarrollando los episodios, contándolos de acuerdo con las emociones que se filtran del maremágnum de emociones que emergen de su pecho. Eso lo catapulta como un genuino narrador, que además de crear, tiene la capacidad de convertir la historia en versos.
La Vega siempre ha mostrado ser un pueblo paradigmático. Culta a carta cabal. De esa parte telúrica brotan a flor de tierra una cantera de genuinos creadores, orgullo de la República Dominicana y el mundo. Ella ha sido madre de diversos personajes de las letras y el arte. Cabe señalar a García Godoy, Juan Bosch, entre otros grandes de la literatura. También se aprecian en esta población grandes creadores de la plástica, entre otras connotadas personalidades de la vida nacional. De tal manera Los Versos de Yermao tiene su base en una cultura que se cultiva desde el principio de su creación de La Vega.
Yermao es la Señora de la Luna, las Mareas, la Maternidad. Madre Universal. Es por ello, que el autor se flagela a ella, clamando a su pronta intervención para detener tanto oprobio por parte de los colonizadores en contra de su gente, ultrajada, hurtada de sus riquezas naturales y blasfemada todas sus deidades. Casi siempre que el creador invoca a la madre Yermao, lo hace con el pecho herido, y qué mejor que el licor del verso para hacer de su inspiración un acto dramático, patético. Ella es sublime, pero el silencio de la diosa aterra al protagonista omnisciente, que no encuentra más en ella que un cúmulo de ausencia de las palabras.
En la creación de Boío, dice Yermao: ‘’Todo era un cofre de vida en Infinito mundo de voces. La Nada era el Todo. El Todo era una flor de pétalos dorados.’’ Y así va surtiendo de versos el grandioso surco de la novela, convirtiéndose en una prosa poética. El autor solo acude al verso para herir las sensibilidades del lector, que a veces sin entender el poema logra alcanzar en él la fruición en esa creación, el goce de sentir el abismo como una fruta fresca para vengarse de los malvados, porque más allá de la vida terrenal brota una vida sin mácula, que no conoce de dolor, sino de felicidad eterna.
Así se van descollando esos mundos soterrados por una justicia impuesta por la Madre Patria. Imponiendo una paz a fuerza de sangre y fuego. Los efluvios de esa población, intencionalmente secuestrada por los criminales quedaron atrapados por la Energía viviente, pero el genuino poeta, el cual representa Durán, lo capta a través de la antena de la intuición para luego convertir en versos esos gritos llenos de suplicio y misterio que brotan del pecho del autor. Esas voces auscultadas por el creador vienen para conectarse con el hombre de la alta sensibilidad. Esta verdad ontológica queda revelada en La Biblia: ‘’Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido…,’’ como reza en Lucas 8: 17.
¿En qué contexto sitúa el novelista este acontecimiento? La presencia de los Siboneyes en las islas caribeñas fue producto de un maremoto que anegó por completo todo el Orinoco. Situado en la época de un mil cuatrocientos noventa y dos antes de Cristo. Mientras el novelista se vale de la invención mitológica: ‘’los primitivos se pintaban de guagüeareí para conectarse con el más allá, y el espíritu malo, juracán no lo encontrará. Sin embargo, el dios se molestó, sopló las canoas de otras etnias como la de Los Caribes, Ciguayos y Macorixes. Mientras los últimos en llegar fueron los tainos para compartir esta tierra donde se cometió el gran holocausto de la raza aborigen.’’