Amados lectores:
La celebración de la navidad es el honor del poderío, dominio, señorío y belleza de Cristo. Y he escrito este articulo para ustedes que, al igual que yo, buscan romper el límite, el borde. Y sino eres de nosotros entonces deja de leer este artículo.Es solo para gente que arden en pasión por las verdades eternas, por la belleza, por ser bueno en algo, por ser justo. Y más aún ser invencible en lo que se propongan hacer. Aquellos que quieran salir de la matrix navideña, de comprar regalos baratos, o de obsesionarse con el estreno de una ropa, también barata. Y mal combinada.
Existen desde tiempos antiguos las tradiciones de los sabios, santos, héroes, filósofos y en el depósito proverbial de la sabiduría común, fórmulas que enseñan a destapar los misterios más profundos del hombre y de la Divinidad. El mito de Prometeo, quien robó fuego de los dioses para repartirlo a los mortales es uno de ellos. Pero más allá de los mitos es una realidad, que se hace mucho más palpable en la Historia de la humanidad, como lo es el relato del buen ladrón, quien se robó el paraíso con unas pocas palabras, mientras padecía el suplicio de la cruz junto a Jesucristo. Exactamente durante el tiempo de la navidad celebramos el nacimiento de aquel que trajo a la humanidad el verdadero fuego a los corazones de los hombres. No hay motivo para comportarse, mis estimados lectores, como cerdos derrochadores, como compradores compulsivos, atados a los vicios modernos. Despierten, es un tiempo de fuego, de arder, de concentración, de vida, de celebración de la grandeza a la cual estamos destinados, y no hay que hacer de payasos que andan con bolsas interminables comprando porquerías que no necesitan para estrenar durante dos días ropas de colores que además cuyos diseños lo usa todo el mundo. Ustedes visten muy feo whatever. Pero recordemos, ustedes y yo no somos promedio, al menos aspiramos a salir de la masa. Llevense de mi.
Más bien la navidad es tiempo de fuego, de llama fulgurante y apasionada en honor al poderío, dominio, señorío y belleza de Cristo, y que, en él, también vosotros, amados lectores estamos destinados, en la participación de ese reinado, por la vocación y misión que en esta vida se nos ha dado. Como lector inteligente de mis artículos te dejare algunos consejos para vivir profundamente una navidad apasionada y fructífera, es decir verdaderamente, una navidad cristiana, más allá de las devoterias sentimentales y los elementos culturales y comerciales que dominan demagógicamente en la sociedad.
Volver a la dignidad propia
Nunca se llega más profundamente al reconocimiento de la dignidad propia que, cuando se reconoce la dignidad de aquel que es verdaderamente digno de gloria y honor. La navidad como glorificación del nacimiento del Hijo de Dios, es importante una profunda adoración del poderío, dominio, señorío, reinado y belleza de Cristo en su suprema humildad de haber nacido en un pesebre. La dignidad propia empieza rindiendo honor sólo aquel a quien se lo merece. Y dejar el desgaste alabando celebridades, y buscando modos idolátricos de desvanecerse en el ambiente social, inmundo, de la navidad. La adoración verdaderamente lleva al alma a su verdadera naturaleza y dignidad. Es lo primero.
Meditar para qué naciste en este mundo
Lo segundo, amados lectores, es volverse hacia sí mismo, el foco eres tú, no una mesa llena de comida, ruido, gente con ropa nueva y mezcla de perfumes apestosos. Es necesario pensar en que este año fuiste promedio, rechazado, y no lograste lo que te propusiste, tampoco has recibido el mejor trato. Debes de evaluarte, y dejar de pensar que el mundo es “bonito”. – ¿pero no es bonito?- No, no lo es. Nosotros lo hacemos bonito. Y actualmente el mundo es muy feo. Sobre todo el árbol gigante de Rockefeller. No hay nada más espantoso que ese arbolito “navideño” viciado y vaciado de significado.
Concentrarse en sí mismo parece una forma egoísta para navidad, pero kings y queens piensen que cada año pasas los mejores tiempos de navidad y nada cambias, sigues siendo promedio, y tus metas y tu misión guardadas hasta enero. Por Dios, soldado, recapacita. Y cuál es el significado de la navidad si aun sigues siendo promedio, si le llaman prospero año nuevo, a un año que sabes que podría ser peor. Parezco pesimista, pero no. Solo quiero desencajarlos mis amados lectores; en el fondo los amo. Aquí voy con lo más importante: es necesario preguntarse, en plena navidad, “¿para qué diablos he nacido yo?”. Si, así, agresivamente, porque es la forma en que los kings y las queens saben meditar. Es necesario que esta meditación te reinicie, y te envíe a los senderos de tu misión en vez de estar comprando pijamas y obsesionarte comprando regalitos que a nadie le va a gustar. (Además sintéticos y de tiendas de baratijas). Solo necesitas responder a esta pregunta y te encontrarás reorientado hacia tu misión. O al menos, sentir el deseo de repartir el fuego de Prometeo, robar el paraíso, o quemar los barcos como Julio Cesar.
Paz y reconciliación
Preguntarse por qué y para qué he nacido en este mundo de manera seria deja un mal sabor en el paladar, y aunque es doloroso, es necesario. Porque ustedes saben amados lectores que no nos hemos comportado a la altura de nuestra misión. Pereza, miedo, distracciones, vicios, escándalos, deseos desenfrenados, enemistados, chismes y peleas han ocupado la mayor parte de nuestras almas durante el año. Entonces es necesario hacer las paces consigo mismo y el mundo que nos rodea. Hay que empezar un nuevo mundo, un nuevo mundo que empieza en ti, mi amado lector. Pide perdón al Altísimo, vuelve a concentrarte.
Metas
Sobre esto no estaré escribiendo mucho, haz tu maldita lista y ve por ellas. Y como dicen los gringos, “Do it not matter what”. Conquista el mundo, mi amado lector.
Que el Todopoderoso les de paz y fortaleza.