Según la mitología clásica, Cupido también era el responsable de sembrar el olvido y la ingratitud en los corazones sufrientes por los malos amores. Cupido tenía la solución para los problemas que él mismo ocasionaba. Se sabe que, Cupido disponía de un arco dorado con flechas de dos tipos, unas flechas con puntas de oro, que servían para sembar el amor en los corazones humanos, y otras con puntas de plomo, para sembrar el olvido y la ingratitud.
En su niñez, Cupido solía divertirse caprichosamente creando amores no correspondidos; él solía disparar su flecha dorada a una persona para enamorarla perdidamente de otra, mientras que, a la otra persona, le disparaba con su flecha de plomo para que no le correspondiera.
En la concepción latina, Cupido es el dios del amor. Este nombre deriva de «cupere» (desear con ansia, con pasión) y también de cupidus (ansioso). Cupido es, así, la personificación del amor romántico y pasional. En la antigua Grecia, por su parte, el dios del amor era Eros, nombre griego cuya raíz se remonta al indoeuropeo erdh (profundo, oscuro, misterioso, sombrío, abismal, subterráneo). Este significado primitivo se mantiene en Erda, personaje sombrío y misterioso de la ópera de Richard Wagner El oro del Rin.
Contrario a lo que normalmente sabemos sobre Cupido, Platón ofrece nuevos aportes con respecto a él, indicando en su diálogo EI Banquete, que Cupido era hijo de Poros (la personificación de la abundancia) y Penia (la personificación de la pobreza); fue concebido en el mismísimo cumpleaños de Afrodita. Esto explicaría para Platón, los diferentes aspectos del amor verdadero.
Rosa o Rose (en ingles) es un sencillo anagrama del dios griego Eros, deidad de las pasiones, las relaciones románticas, la atracción sexual y la fertilidad, cada uno de los 5 pétalos de la rosa sencilla representaba las 5 faceta de la vida femenina: (1) Nacimiento, (2) Menstruación, (3) Maternidad (4) Menopausia y (5) Muerte.
Los antiguos griegos rendían culto a este dios, deseando siempre una buena relación sexual, un amor sano y sencillo, caprichoso y a veces calumnioso, atendía las suplicas de sus devotos, quienes encendían velas aromáticas, ponían rosas rojas y sabanas del mismo color para decorar la habitación, de esta forma no solo complacían a su dama, sino que contaban con la aprobación del dio.