Por: Lynn Marcelle Felix Valdez
A lo largo de toda la historia de la literatura han sido diversas las definiciones que tanto escritores como lectores han dado de esta. Algunos han insistido en que la literatura produce placer porque nos hace escapar de nuestra realidad y embarcarnos en nuevos mundos que permitan idealizar un sinfín de posibilidades que no siempre estarán a nuestro alcance. Sin embargo, en sentido contrario, también están los que piensan que la literatura en vez de hacernos escapar de nuestra realidad nos ayuda a afrontarla y aprender a convivir con ella. Muchos son los que están de acuerdo en que los diversos autores no hacen sus obras para moralizar a los lectores, y hay otros que no conciben una creación literaria sin ese trasfondo moralizador. Entre las dos vertientes defendemos la segunda, y un ejemplo claro de esto es lo que sucede en la novela de ciencia ficción de George Wells titulada “El hombre invisible” donde los actos inmorales del personaje principal causan grandes daños en el espacio donde se desarrolla la obra, y, por consiguiente, manda un mensaje al lector de las consecuencias que pueden dejar ciertas acciones.
El hombre invisible es una novela que narra la historia de un visitante que sumido en la ambición de sobrepasar los límites de la ciencia se embarca en un descubrimiento que revolucionaría su vida y todo lo que lo rodeara. Desde el momento en que se inicia esta narración se pueden percibir cualidades del protagonista, que a la vez es el antihéroe de la obra, totalmente desagradables; se muestra un hombre desconocido, que llega a un pueblo lejano de su lugar de origen llamado Iping, el cual se hospeda en la residencia de la familia Hall. No pasan bien las primeras horas de su llegada y empiezan a surgir actitudes incorrectas por parte del personaje hacia todos los habitantes de la posada, acciones llenas de desprecio, rechazo, sentimientos de superioridad, aires de grandeza y un misterio imperante. Dichas acciones van reflejando los antivalores y la falta de moral del protagonista, lo cual despierta una gran curiosidad y un gran interés por parte de los habitantes del pueblo en cuanto a él. Esto, por supuesto, sin dejar de lado la intriga que causaba su antiestética imagen, ya que tenía que disfrazar su invisibilidad con vendajes, lentes oscuros, guantes y ropas.
Wells crea un personaje que no solo muestra las desventajas de usar la ciencia para un bien propio y egoísta, sino que también hace una crítica a través de la obra a todos los científicos que se habían dado a la tarea de hacer creaciones que, aunque pareciesen “avances” para la sociedad, solo representaban la destrucción gradual de esta. Esto lo evidencia Galvada (2019) en la biografía que hace del autor enunciando que: “A pesar de los riesgos inherentes a los avances tecnológicos, Wells fue un científico antes que un escritor, y un ferviente creyente y defensor de las posibilidades que ofrecía la ciencia para mejorar las condiciones de vida del ser humano”. Es decir, no hacía ciencia por hacer ciencia, trataba de pregonar la utilización de una ciencia limpia que dejara como resultado el beneficio colectivo. De la misma forma, el autor del texto no se centró en hacer una creación literaria que cumpliera simplemente con los requisitos de la ciencia ficción, sino que también hizo extrapolar sus ideologías socialistas a esta obra, que no hace otra cosa más que acercarnos a escenarios reales del mundo en el cual nos desenvolvemos. Escenarios que manifiestan hasta dónde nos puede llevar la ambición y, de igual forma, que manifiestan cómo reacciona la sociedad ante este tipo de comportamientos llamados inadecuados para el sistema.
La RAE define la inmoralidad o el ser inmoral como un desarreglo en las costumbres ya establecidas como correctas en el ser humano. Es importante hacer la salvedad de que esta moral ha de depender de distintos contextos culturales, porque como es sabido algunas de estas costumbres varían según el territorio. Sin embargo, sabemos que muchas de estas se apegan a un modelo universal. Un modelo que invita a la convivencia y relación con los demás de manera armoniosa, un modelo que busca el bien común y que entiende como invalido el buscar el bien personal si este afecta de manera directa o indirecta a los semejantes, y justamente esto fue lo que el desconocido de la obra que más adelante se deja en descubierto, violó. El hombre invisible, como todos empezaron a llamarle, cuenta la historia de por qué se ve sumido en la necesidad de valerse del recurso de la invisibilidad. Justifica su acción irresponsable con el hecho de estar endeudado y verse en la necesidad de desaparecer; esto sin importar que le robara a su padre, que mintiera constantemente sobre sus experimentos, que incendiara la posada donde antes vivía, que golpeara a cuanta persona se le pasaran por enfrente, que matara a un inocente, que de forma amenazante manipulara a otros personajes para que le sirvieran de comodín para sus planes, que no sintiera absolutamente ningún sentimiento ante la muerte de su propio padre, y que pusiera en zozobra a toda una comunidad de manera irónica y burlesca.
Cuando el protagonista está a punto de terminar su larga narración de todas las excusas egoístas por las cuales decidió ser invisible, fue interrumpido por su receptor, quien no dudó en decirle “-¡Pero…! Las normas de comportamiento de cualquier ser humano. [no son esas] a lo que él expresó: -Están muy bien para la gente normal. Pero la verdad era, Kemp, que yo tenía que salir de allí disfrazado y sin que aquel señor me viera. (p. 77) Para el doctor Kemp, era totalmente sorprendente ver hasta dónde había llegado este hombre por la ambición de sobrepasar los límites de la ciencia, y por el deseo de vivir sin reglas ni impedimentos, aunque eso costara la tranquilidad y hasta la vida de los que estuviesen a su alrededor. Pese a que en ciertos momentos de la obra se pudiese entender que el protagonista tenía la intención de actuar pacíficamente, sus arranques de ira y emociones incontrolables hacían nuevamente dudar de dicha intención.
Sin duda, Wells juega con la mente del lector, en un momento hace parecer su historia una de terror, en otros momentos es imposible evitar que una carcajada salga de nuestra boca, en otros nace la indignación, el enojo y la impotencia, nos muestra como lo ilógico puede tener lógica y llegar a ser posible aun en la ciencia ficción, también logra producir placer a través de una lectura fácil y sencilla, pero lo más importante de todo eso es que penetra lo más profundo del lector para enseñarle todo lo puede causar un acto espurio e inhumano. De nada sirve y nunca servirá tener los más grandes avances científicos y tecnológicos si estos serán usados para nuestra propia destrucción, o en dado caso, si estos solo han de favorecer a los que tenga el acceso a dichas invenciones y perjudiquen a los que no. El acto más inmoral que puede cometer un ser humano es dañar sin el más mínimo arrepentimiento la sociedad por la cual se espera que se luche y se trabaje para lograr su bienestar. Volvemos a decir entonces, que en esa montaña rusa de emociones que despierta la literatura, están todas las sensaciones mencionadas anteriormente, pero sobre ellas prevalece la sensación que conlleva a la reflexión y a la autoevaluación de nuestros actos, ya sea en esta realidad o en una que pronto estará descubierta.
Bibliografía
Asale, R. (2020). Inmoralidad | Diccionario de la lengua española. «Diccionario de la lengua española» – Edición del Tricentenario. Apartado de: https://dle.rae.es/inmoralidad?m=form
Galvada, J., 2019. H. G. Wells, Un Genio De La Ciencia Ficción. [En línea] historia.nationalgeographic.com.es. Apartado de:
<https://historia.nationalgeographic.com.es/a/h-g-wells-genio-ciencia-ficcion_14699>
Wells, H. G. (2019). El hombre invisible (1.a ed.). Editorial Porrúa México.