Por: Ryan Bladimir
Un cuento, es una historia transcrita que se caracteriza, en comparación con la novela; por su brevedad, su intensidad que se debe aguardar entre unas tantas cuartillas. En este, se rigen algunos elementos en tomar en cuenta; ya sea el inicio, el nudo, el ambiente, la trama, el conflicto, el tiempo, el espacio, el desenlace, la conclusión, la moraleja, etcétera. En toda la historia de la literatura, han existido, en todas las épocas; grandes maestros del cuento, que se ha venido fortificando al pasar de los años. Estos maestros, han traspasado de generación en generación, de décadas en décadas, inclusive siglos. Los mismos, han transformado la tradicionalidad del género, han creado sus propias reglas: su cosmos narrativo. Es de ahí su grandeza, su inmortalidad en las letras universales. Nuevamente citando “Maestros” en este escrito que apenas empieza, mi deber es tratar, de una manera un tanto resumida por mi efímera experiencia lectora; del argentino Jorge Luis Borges. ¡Dejen ver cómo me sale…!
Entre los tantos endiablados laberintos, galerías que ascienden y descienden al infinito, dispares figurillas geométricas que se expanden a un mundo desconocido y se contraen; escaleras en espiral que conducen a todas y a la vez a ninguna parte, sueños circulares vívidos y lúcidos, personajes incongruentes y reflexivos <<paradójicos>> por la influencia de la universalidad Kafkiana (filosofía del absurdo, revolucionaria hasta nuestros días, que también influyó en escritores como Julio Cortázar y Pablo Neruda), y tantos microcosmos gigantescos; es donde reside todo el universo narrativo del maestro Borges. Nosotros, mientras hacemos el papel de leyentes, somos conducidos por todo lo transcrito cuando nos adentramos a los cuentos del escritor argentino. Nadie, a excepción del inesperado final, nos puede salvar del hechizo Borges. En Borges, no hay cabida para lo lineal, lo estático, la inexpresividad de las cosas; las palabras muertas que disgregan la oración, los diálogos sin Norte, etcétera. Aquí, cada palabra cobra vida propia, un zigzaguear que se pierde en el horizonte. Los personajes (desde su irrealidad) superan inagotablemente nuestra realidad: son tontos, cuerdos, pasivos, violentos, llenos de vida y muchos pensamientos… A continuación algunos ejemplos:
En su cuento La biblioteca de Babel, que considero pieza clave de sus escritos, nos hemos de percatar del gran dominio descriptivo de Borges para adentrarnos en el mundo del conocimiento, la biblioteca. Esta, está compuesta de seis cápsulas hexagonales atiborradas de infinitos volúmenes. Las cápsulas, en las seis esquinas, tienen seis pasadizos que conectan a otras cápsulas de la misma forma geométrica, la misma cantidad de túneles, de libros. Encima, hay otro nivel también hexagonal, encima de ese otro, y otro, y otro. Una escalera en espiral, conduce a cada nivel que es interminable…
Siguiendo con las galerías, nos tropezamos con el microrelato Un Sueño. Este escrito habla de un hombre, que se encuentra prisionero en un castillo sin puertas ni ventanas. Este hombre, escribe sobre otro hombre que está en un castillo sin puertas ni ventanas que escribe sobre otro hombre que está en un castillo… ¿Qué más genialidad que expresar, mediante una simple historia, el infinito? Por cierto, no doy más spoilers… ¡Compre a Borges, lea a Borges, y entre a este universo que me ata, me retiene férreamente!
Por otra parte, el escritor argentino es un claro ejemplo de que un cuento no es bueno por su extensión. Con unas cuantas páginas, se puede crear un universo. El cuento más extenso de Borges, no supera las veinte páginas. Aunque no quiero decir con ello que no existen maestros de una cuentística un tanto extensa… Esto sería otro tema a tratar en otra ocasión, pues esta ya ha caducado…